viernes, agosto 24, 2007
viernes, marzo 02, 2007
Breves pero sustanciosos
Héctor González
¿Poemas en prosa?, ¿minificciones? ¿Dónde ubicar las líneas de Amélie Olaiz (ciudad de México)? Quizás eso sea lo de menos y lo más recomendable sea dejarse llevar por una serie de pasajes donde la realidad convive con la fantasía. “Han salido manchas que parecen letras en las hojas. Mi abuela, experta en cosas de otro mundo, dice que son ánimas atrapadas en la vanidad de las palabras. Asegura que debo tener precaución porque suelen poseer a quien las contempla demasiado”, cuenta en Espejo de vanidad, relato que abre el libro y refleja no sólo un amor hacia el lenguaje sino también la superstición de una autora que reconoce el poder de la palabra escrita. Estudiosa de la filosofía budista, Amélie Olaiz alterna la evocación con una profunda reflexión sobre el ser. Leemos en La dueña: “Doña Amelia era la mujer más poderosa del pueblo. No era propietaria de ninguna casa, no tenía terrenos ni animales ni dinero. Era simplemente dueña y señora de sus emociones”. Para la cultura oriental la plenitud se alcanza con el desprendimiento de todo lo que nos sobra, en especial de lo material; sólo así el espíritu alcanza su emancipación. Si bien hay una inclinación hacia la comprensión de la condición femenina, sus textos consiguen librar con fortuna la frontera de la literatura de género. En Jaque a la reina, narra: “El rey, perturbado por sus batallas internas cometía errores de juicio. Su reina, desconcertada, se volvió para mirarlo con infinito amor; después salió del tablero”.
Ejercicios de brevedad y destreza literaria. Cada una de las piedras de esta Luna tiene un sentido en la construcción del todo. Olaiz nos lleva de un estado a otro, pero nunca sin dejar de cuestionar y siempre manteniendo un misterio que consigue abrir cada texto a un abanico de interpretaciones. Un último y feroz ejemplo: “Lo arrinconó contra la pared y le puso las manos sobre las alas.
—Mira, cabrón, yo te quise mucho, pero si no entiendes que ya crecí, el pedo es tuyo. Mi novio me toca las tetas y las nalgas, y si quiero fornicar fornico, así que búscate empleo de ángel de la guarda en otro lado”.
Revelarse de los ángeles es revelarse a ataduras y prejuicios. La cita ejemplifica la necesidad de una libertad. Una vez más la influencia del pensamiento budista, posible únicamente en el acto de no cargar con cosas que nos empequeñecen. Vuelvo a las preguntas del principio: ¿poemas?, ¿relatos? No sabría qué decir. Me inclino por resumir que se trata de un cúmulo de piedrecillas esculpidas por una escritura tan ambiciosa como concreta, tan interesante como retadora.
hcgonzalez@revistavertigo.com
¿Poemas en prosa?, ¿minificciones? ¿Dónde ubicar las líneas de Amélie Olaiz (ciudad de México)? Quizás eso sea lo de menos y lo más recomendable sea dejarse llevar por una serie de pasajes donde la realidad convive con la fantasía. “Han salido manchas que parecen letras en las hojas. Mi abuela, experta en cosas de otro mundo, dice que son ánimas atrapadas en la vanidad de las palabras. Asegura que debo tener precaución porque suelen poseer a quien las contempla demasiado”, cuenta en Espejo de vanidad, relato que abre el libro y refleja no sólo un amor hacia el lenguaje sino también la superstición de una autora que reconoce el poder de la palabra escrita. Estudiosa de la filosofía budista, Amélie Olaiz alterna la evocación con una profunda reflexión sobre el ser. Leemos en La dueña: “Doña Amelia era la mujer más poderosa del pueblo. No era propietaria de ninguna casa, no tenía terrenos ni animales ni dinero. Era simplemente dueña y señora de sus emociones”. Para la cultura oriental la plenitud se alcanza con el desprendimiento de todo lo que nos sobra, en especial de lo material; sólo así el espíritu alcanza su emancipación. Si bien hay una inclinación hacia la comprensión de la condición femenina, sus textos consiguen librar con fortuna la frontera de la literatura de género. En Jaque a la reina, narra: “El rey, perturbado por sus batallas internas cometía errores de juicio. Su reina, desconcertada, se volvió para mirarlo con infinito amor; después salió del tablero”.
Ejercicios de brevedad y destreza literaria. Cada una de las piedras de esta Luna tiene un sentido en la construcción del todo. Olaiz nos lleva de un estado a otro, pero nunca sin dejar de cuestionar y siempre manteniendo un misterio que consigue abrir cada texto a un abanico de interpretaciones. Un último y feroz ejemplo: “Lo arrinconó contra la pared y le puso las manos sobre las alas.
—Mira, cabrón, yo te quise mucho, pero si no entiendes que ya crecí, el pedo es tuyo. Mi novio me toca las tetas y las nalgas, y si quiero fornicar fornico, así que búscate empleo de ángel de la guarda en otro lado”.
Revelarse de los ángeles es revelarse a ataduras y prejuicios. La cita ejemplifica la necesidad de una libertad. Una vez más la influencia del pensamiento budista, posible únicamente en el acto de no cargar con cosas que nos empequeñecen. Vuelvo a las preguntas del principio: ¿poemas?, ¿relatos? No sabría qué decir. Me inclino por resumir que se trata de un cúmulo de piedrecillas esculpidas por una escritura tan ambiciosa como concreta, tan interesante como retadora.
hcgonzalez@revistavertigo.com
martes, marzo 14, 2006
A la deriva
La barca amaba el mar, por eso levó el ancla de sus prejuicios, para entregarse con pasión al vaivén de sus saladas caricias. Él, en una coqueta demostración de poder, se la tragó.
Etiquetas: Dibujo: Carlos Toledo
miércoles, febrero 22, 2006
:: :: Prologo por Elena Poniatowska
Amélie Olaiz se rebela contra su ángel de la guarda; si no hace el amor, ya no le sirve para nada. Pero ella misma tiene grandes alas blancas aunque quiera teñir sus plumas de morado. Así somos todos; siempre queremos otra cosa. Amélie deja caer sus piedras de luna para que hallemos nuestro camino y la en contremos al final de la jornada. El encuentro es feliz. Es una luz bajo la lluvia. Con algo de Katheryn Mansfield y algo de Julio Torri y mucho y muy valioso de sí misma, Amélie Olaiz nos regala a cuenta gotas sus “Piedras de luna”, minicuentos filosóficos y profundos que mucho nos dicen de la condición femenina. No en balde lleva el libro un epígrafe de Simone de Beauvoir sobre lo difícil que es afirmarse en el amor y convertir a la pareja en una fuente de vida y no en un peligro mortal. Así como Julio Torri nos dijo alguna vez que él era un mal actor de sus emociones, así doña Amelia es simplemente dueña y señora de sus emociones. ¡Cuánta envidia de la barca que el mar tragó! ¡Cuánta admiración por estos poemínimos que dicen en un santiamén lo que no logramos decir a lo largo de toda una vida!
:: :: Juegan con 'Piedras de Luna' por Julieta Riveroll
Las minificciones de Amélie Olaiz son ricas en ingenio y humor, comentó Adriana Jiménez, quien ha dirigido diversos talleres literarios, como el fundado por Elena Poniatowska, durante la presentación del libro Piedras de Luna en la Casa Frissac.
"Donde mejor está Amélie es cuando juega", agregó Jiménez, asesora de los autores Daniel Sada y Rosa Nissan, tras celebrar que su alumna demuestre gran receptividad a sus consejos, como en la reciente escritura de una novela histórica, donde evidencia madurez.
Algunos de los relatos breves incluidos en Piedras de Luna (Editorial El Viejo Pozo) son metaliterarios, es decir, que reflexionan sobre la literatura misma, y otros están condicionados por la lectura de Olaiz, estudiante de filosofía budista, sobre textos orientales, en opinión de la tallerista.
Jiménez fue quien examinó con mayor detalle de todas las presentadoras, incluyendo a Poniatowska y a Mariví Cerisola, este libro. Incluso cuestionó el gran peso de un narrador omnisciente por considerar que le resta verosimilitud a los minicuentos.
"Cierta voluntad de aleccionar gana a la intención de hacer ficción", dijo Jiménez, aunque reconoció que la brevedad de un escrito demanda perfección y que Olaiz consiguió varios textos de gran eficacia y redondez.
Poniatowska destacó el erotismo de estos relatos y la reflexión sobre la condición femenina, manifiesta en el epígrafe de Simone de Beauvoir donde se habla de la dificultad de la mujer para encontrar en el amor fuente de vida y no de peligro mortal.
"¡Cuánta admiración por estos poemínimos que dicen en un santiamén lo que no logramos decir a lo largo de toda una vida!", señaló la autora de Tinísima y Hasta no verte Jesús Mío en su discurso que aparece reproducido en la cuarta de forros.
Cerisola, escritora y amiga de Olaiz, también puso de relieve la fuerza y originalidad de las 48 minificciones de Piedras de Luna.
Varios de ellos escritos al vuelo y otros con semanas de trabajo detrás, que su autora quiso publicar al convencerse de la necesidad de que el proceso creativo culmine mediante su exposición al público.
Olaiz ha sido alumna de talleres literarios impartidos por Mónica Lavín, Rosa Beltrán, Poniatowska y Jiménez. Es diseñadora gráfica e industrial y fue docente de universidades como la Iberoamericana y la Intercontinental.
Entre sus minicuentos está Jaque a la reina, que dice "El Rey, perturbado por sus batallas internas, cometía errores de juicio.Su reina, desconcertada, se volvió para mirarlo con infinito amor; después salió del tablero."
:: :: Presentacion por Marivi Cerisola
Buenas y luneras noches… (etc.…) Antes de empezar con la presentación, quisiera mencionar algunos de los premios otorgados a la autora por sus mini ficciones: “Clemencia”, premiada por René Avilés, “Paraísos Paralelos” por Agustín Monsreal, “Que ni la muerte los separe” por Luis Arturo Ramos y una mención honorífica por “A ese de Rojo” otorgada por Marcial Fernández…
Como un duende retozón, jugando con el lenguaje e insinuando el máximo en el mínimo de palabras, Amélie Olaiz nos sopla al oído sus mini ficciones. PIEDRAS DE LUNA viene a ser el extracto, la esencia de lo no-dicho cuyo destinatario es ese lector partícipe que entra al mundo de lo microscópico para dejarse sorprender por un vértigo de relatos plenos de fuerza, originalidad y de un empuje que no depende del golpe del efecto.
Amélie, con sus TRAZOS Y PALABRAS nos introduce, entre otras cosas a sus PARAÍSOS PARALELOS para alcanzar UN INSTANTE DE GLORIA mientras enrama la creatividad con el hechizo y nos va enriqueciendo hasta el DELIRIO con cada una de sus lecturas.
La Luna fue la inspiración, las Piedras sus cómplices y, así, la autora pudo dar a luz estos micro relatos de estructura coherente, integral y armónica. Una miniatura literaria que nos toca los sentidos para que bailemos sin decoro con el cuarto menguante, andemos sin prohibición encima de los guijarros y podamos cautivar a la vida sin sentirnos pecadores.
:: :: Texto con el que la autora presentó el libro:
Este libro con 48 minificiones y colores complementarios en la portada, es, aunque no parezca, el resultado de varios años de trabajo. Algunos textos están escritos al vuelo, pero otros los trabajé muchas horas, días, semanas incluso. Y es que había que quitar todo lo que no fuera indispensable. Porque la principal característica de la minifición es contar un cuento con el menor número de palabras posibles. Sólo lo esencial.
A pesar del trabajo invertido, ya que lo tuve listo dude en publicarlo. Una voz interior me decía: no saques nada, ¿qué caso tiene?, a lo mejor ni logras comunicar lo que quieres. Mejor publica primero tu novela y deja esto. Total que la vocecita me convenció, abrí el cajón y lo guardé bien adentro. Curiosamente sobre este manuscrito guardé también unas viejas copias de un libro: El Cuerpo de la obra. Y entonces poco a poco se fue haciendo presente un señor que no conocí y que es responsable en gran parte de que estemos reunidos hoy aquí: Didier Ansieu
El dice que la presentación al público es la última parte del proceso creativo. Afirma en sus propias palabras que: “La resistencia inconsciente regresa con fuerza en el quinto y último momento de la creación: declarar la obra terminada, separarla definitivamente de sí, exponerla al público, afrontar los juicios, las críticas -o peor aún, la indiferencia-, aceptar por ella el riesgo de sobrevivir sólo efímeramente, u otro riesgo: que en el futuro tenga una vida propia, diferente de la que el autor había esperado infundirle. Por eso muchos creadores guardan su obra en un cajón, descuelgan sus cuadros el día de la inauguración , prohíben la reedición de obras, la proyección de películas que pertenecen a un periodo de su existencia. Queman sus cuadros, rompen sus esculturas”
“Una manera de evitar esta dificultad (que implica la obra terminada) es dejarla inconclusa y engancharse en una nueva obra o en otra tarea, sin dar tiempo a que la angustia del vacío de la pérdida -análoga a la depresión posparto-se instale. Otra técnica consiste en pulir indefinidamente la obra con el fin de diferir su publicación, con riesgo, por otra parte, de desfigurarla, mutilarla y hacerla impublicable a fuerza de retoques, tachaduras y reordenamientos”
Total que como me vi descrita tal cual Didier me convenció y decidí sobreponerme a los impulsos de auto boicot: Es imprescindible presentar la obra al público para cerrar el proceso creativo.
Así publiqué este pequeño libro. Y aunque parece que lo hice sola, eso sólo es una ilusión. Atrás de estas letras hay un montón de personas que me apoyaron en distinta forma, padres, esposo, maestros, editor, colegas, amigas, ayudantes, hijas, algunas de estas personas más visibles que otras pero todas importantes en su momento, algunas fundamentales.
Hoy que les entrego estos pequeños cuentos, quiero mencionar y agradecer a los caballeros que creyeron en mis letras, Jorge Oropeza, el Sapo (Carlos de Bella), Marcial Fernández, Alfonso Pedraza, Agustín Cadena, Eduardo Ramos-Izquierdo y Alberto Vital, amigo y editor de El viejo pozo quién le dio el toque final a estos cuentos.
Y a tres entrañables amigas que están aquí en la mesa y a quienes agradezco su apoyo y su presencia hoy.
Mariví, compañera de taller, escritora, mujer apasionada, confidente de la luna, cuya presencia invoca a mis compañeros de talleres literarios que han opinado, corregido, sugerido, interpretado mis textos. También, por todo lo que compartimos y por ser de la misma generación, me recuerda a mis amigas de la prepa, de la universidad y de hoy.
Adriana, maestra, escritora, mujer de filosa inteligencia literaria, capaz de desmenuzar un texto en forma magistral. Adriana que con su presencia trae a mi recuerdo mis buenos maestros, tanto literarios como de otros géneros.
Y Elena, que nació el mismo día que mi padre, aunque varios años después, que ama las flores de Nomeolvides y la crema en la cara, como mi madre. Y a quien me unen una serie de casualidades más que me he prometido investigar. Elena, amiga, gurú, hada madrina, mujer mágica, delicioso ser humano, que me da consejos de rotunda sencillez y sabiduría. Elena que ha escrito para Piedras de luna, un comentario que indudablemente viene del corazón y aunque esto, al decirlo, pueda parecer lugar común, estar en el corazón de Elena es un honor y un privilegio poco común, aunque me diga ella que yo no debo decir esas cosas porque se siente en película de Doña Prudencia Grifel, ni modo, ya lo dije.
Gracias también a todos mis amigos que están hoy aquí, gracias por ayudarme a terminar éste proceso creativo. Aquí les dejo mi trabajo para que cómo dice Octavio Paz, en “El arco y la lira” lo hagan suyo ahora. Si al leer cualquiera de estos cuentos, logro arrancarles una sonrisa, un sentimiento de enojo o un poquito de empatía, tenderemos un hilo invisible que nos unirá auque sea por un instante.
Muchas gracias.
martes, febrero 14, 2006
:: :: Semblanzas
Mariví Cerisola. Le gustan los nombres cortos, las telarañas, el café de olla, la música en italiano, las historias de espanto y el olor de las papelerías. Siempre le pregunta a las personas si han estado enamoradas y si alguna vez han sido infieles. Adora la poesía de Miguel Hernández, los textos ajenos y las mini ficciones de Amelie Olaiz. Escribe cuentos, prosa poética y enredos del alma.
Bebe en vasos alargados, canta dentro del coche y se identifica con la locura de Jack Nicholson. Siente nostalgia por el pasado, le pide deseos a la luna, desconfía de la gente que no quiere a los animales y no puede conciliar el sueño hasta que escucha a los gatos seducir a las estrellas.
Adirana Jiménez García ha sido asesora y/o correctora de autores como Lilly Wolfensberger, Rafael Ramírez Heredia, Daniel Sada y Rosa Nisán entre otros; dictaminadora y correctora en editoriales como Tusquets, Trilce y Planeta; directora de diversos talleres literarios, coordinadora editorial del Festival del Centro Histórico de la Ciudad de México; colaboradora en Letras Libres, El Nacional y El Universal; guionista en Televisa e Imevisión, y editora en la UNAM. Su obra ha sido publicada en antologías prologadas por David Martín del Campo y María Luisa Puga. Fue jurado calificador del Premio Chihuahua 2000 de Literatura, del Concurso Nacional de Ensayo Literario del TEC de Monterrey y del Concurso Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos. Colaboró escribiendo sobre temas pedagógicos en la revista Enlace Docente de la SEP. Participó en el diseño de la carrera de Creación Literaria de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, donde es profesora e investigadora de tiempo completo.